Me inicié en la profesión de enfermería el año 1998 en el servicio de Neonatología del Hospital Regional de Pilar, trabajando con cuatro profesionales de enfermería y un médico neonatólogo pediatra. Históricamente, la respuesta de Salud Pública ha sido escasa, por esta razón muchas veces se debe trasladar a los recién nacidos enfermos hacia Argentina.
El año 2009, en uno de los tantos traslados, me tocó derivar a un recién nacido con cardiopatía congénita. Se consiguió un lugar para su atención médica en el Hospital Perrando de Resistencia, Provincia del Chaco, Argentina. Emprendimos el viaje desde el puerto de Pilar en una deslizadora de la Marina paraguaya; nos embarcamos un día caluroso a las 8:30 AM, los padres, el recién nacido con oxígeno y de apenas cinco días en mis brazos y el marinero que condujo el transporte.
A 10 minutos de alcanzar la rivera del puerto de Bermejo, nos vimos amenazados por fuertes oleadas que iban aumentado bruscamente de tamaño dificultando el avance de la embarcación.
Estuvimos expuestos a una situación complicada y de riesgo; fue un momento de pánico. Recuerdo, haber sujetado con todas mis fuerzas sobre mi pecho al recién nacido e intuitivamente me aferré al conductor.
Afortunadamente, los marineros argentinos que aguardaban por el pacientito, lograron observar el problema desde Bermejo y pudieron auxiliarnos de manera efectiva.
Mi objetivo de esta parte del traslado se había concretado, los padres y el recién nacido prosiguieron su camino hasta el hospital Perrando de Resistencia. En cambio, yo permanecí en el Hospital de Bermejo por el trauma de lo acontecido: requerí de la contención por parte de profesionales de la Salud. Me desperté luego de haber dormido por dos horas, más tarde, un gendarme de la Fuerzas Armadas me preguntó por mi familia y comentó que el viaje de traslado del recién nacido fue un riesgo inminente. Habían inspeccionado la embarcación y verificado que no contaba con las medidas necesarias de seguridad como sistemas de iluminación y salvavidas.
Finalmente, y a modo de reflexión, en esta experiencia aprendí a considerar seriamente todos los protocolos de seguridad para emprender el traslado de un paciente. Salí con vida de ese evento y siento que Dios me ha dado una segunda oportunidad. Comparto esta experiencia para que otros también puedan valorar lo que significa realizar un traslado en estas condiciones. Felizmente y luego de 13 años, el pacientito está con vida.